Enseñar y aprender

“Quien sabe hace, quien no sabe, enseña” siempre decía el doctor Hermes de Paula, citando al dramaturgo inglés Bernard Shaw. Era la manera de ironizar su propio trabajo de hombre qu vivió la vida, intentando y consiguiendo enseñar las cosas buenas del saber vivir.

Él, el doctor Hermes, quien sin ser un gran orador, no poseyendo el don de la oratoria, sabía siempre encantar a cualquier auditorio, ya fuese de niños, de jovencitos y jovencitas, o de gente grande y experta. El era un profesor nato, convincente, bien humorado, claro, directo en el hablar y en el convencer. Nunca el doctor Hermes dejaba una audiencia triste. Sabía enriquecerla con la sabiduría y la virtud del amor ¡Era un gran Maestro!

Realmente, la vida consiste en aprender y enseñar. Y dice la regla que aquel que más enseña es el que más aprende. Quien más se dispone a aprender es quien mejor enseña o quien mejor enseña o quien mejor lo sabe hacer. Profesor y alumno crecen siempre juntos, en la medida en que van realizando cosas importantes para ellos mismos, cosas importantes para su medio social, su tierra, su país. El alumno aprende con el profesor, pero más aprende el profesor con el alumno. Uno satisface las necesidades del otro. Una vida en honesta complicidad sólo agradable cuando es franca y mutuala disposición de progresar.

Enseñar y aprender – diversión o trabajo – sólo valen mucho para quien tenga amor por el conocimiento, por el descubrimiento de lo nuevo por el sentimento de riqueza en el poder de la cultura.

Aprender es renovarse, transformar comportamientos, sumar habilidades, descortinar nuevos horizontes. Enseñas es abrir caminos, crear la motivación saludable, crecer y hacer crecer.

Aprender y enseñar son acciones de gran valía, de importancia indiscutible, porque nuestra inteligencia sólo se satisface con lo innovador, con la novedad, con lo que encanta y fascina, con situaciones que puedan cambiar destinos. La repetición será siempre rutina, nunca encamina para lo mejor en el plano de la gratificación de la mente y del espíritu.

El hombre será siempre aquel animal curioso, sediento de lo desconocido, un explorador, un insaciable conquistador de fronteras.

El profesor es el arado que siembra, la mano que cultiva, la semilla que germina multiplicadamente y habrá siempre de germinar.

Sócrates fue profesor de Platón. Platón enseñó a Aristóteles. Aristóteles hizo lo mejor que pudo por Alexandre... Si Alexandre no enseñó, por lo menos hizo crecer al mundo para que otros enseñasen.

Fueron professores quientes enseñaron a Miguel Angel, Leonardo, Giotto, Camões, Dante, Petrarca, Einstein, Sartre, Tristão de Ataide y Vinícius de Moraes. Fueron profesores quienes también enseñaron a Afonso Arinos, a Carlos Drummond de Andrade e Maria Luisa, o Georgino Junior.

Todos tuvieron profesores. Todos tuvimos ¡Todos!

Me recuerdo muy bien de cuando Lazinho Pimenta era alumno del viejo Colegio Diocesano. Interesado, participativo, tenía todas las características de un buen periodista. Siempre bien informado, era sólo armar una tarima o una tribuna y conectar un micrófono, allá estaba Lazinmho anunciando las últimas novedades, a atesorar nuevos valores entre la juventud.

¡Está ahí! Será posible que ustedes sólo hayan vista a Lazinho Pimenta como cronista y hombre de periódico.

Yo lo veo con mucha mayor amplitud. Siempre lo vi en calidad de alumno y profesor, viviendo y aprendiendo, enseñando a convivir. Si el examinase con pruebas lo que enseña, estoy seguro, muchos agradecerían por lo tanto que aprendió. Al fin, hace más de treinta años que Lazinho transmite las buenas costumbres en su página del periódico.