Nelson Vianna, mi Patrón

Wanderlino Arruda

Escogí como patrono de la Academia Municipal de Letras de Minas Gerais a un notable hombre de letras de nuestra región, un regionalista y serio investigador de costumbres, literato de renombre, un hombre sentimental del sertón, siempre vestido con ropas exquisitas: Nelson Washington Viana, el curvelano montesclarense.
Lo escogí con el próposito de marcar de modo bien definido mi admiración por la obra directamente ligada a la gente del gran sertón del Norte, al agricultor, al campesino, al vaquero, al frecuentador de ferias, al hacendado, al cuentero, al guitarrista, al solitario de las madrugadas y de los anocheceres y a los que cansados de las tareas del día, se sentaban o se sientan en los calcañares para oir o contar con la mayor sabiduría del mundo.
Nelson Vianna, con la sinceridad de un científico, contó mucho de la expertez provinciana de Minas, homo-rústica u homo-urbanos, siempre con el alma abierta a la observación, creando tipos, caracteres, personalidades de rara belleza para nuestra literatura, despertó un sentido nuevo de humor, una figuración de inteligencia y perspicacia, un “savoir – vivre” y “savoir – faire” difíciles de encontrarse en otra literatura.
Perscrutado impenitente, incansable vigiá de la flaqueza humana, casi libidinoso en el modo de ver e interpretar, Nelson Vianna fue inmaculadamente el gran repórter de un vasto reportaje del hombre del sertón de este lado de acá del mundo minero, que viene desde Curvelo hasta Montes Claros, acompañando vertientes y sierras, matas y bosques tupidos, veredas tan queridos por nuestros corazones.
Que pena que yo no haya conocido tan bien a Nelson Vianna como le conocieron Candido Canela, Olyntho da Silveira, Vianna de Góes, como lo estudió Haroldo Luro. Hombre distante, severo, de pocos amigos, no daba frecuentemente la oportunidad a los más nuevos para conversaciones e intercambio de ideas.
Me recuerdo haber conversado con Nelson Vianna apenas una vez, en el vestíbulo de la casa de Osmani Barbosa. Yo estaba interesado en la época en hacer una investigación sobre la literatura del gran sertón, exactamente en aquel pedazo de tierra ubicado entre el centro de Minas, la Sierra de Las Araras y el Cariñaña.
Precisaba de datos comparativos de dos estilos que dijeran directamente sobre el elemento humano, fruto telúrico del sufrido paisaje, punto de conexión entre la naturaleza y la vida del pasado y del presente.
Nelson Vianna se espantó, me miró de frente, frunció el semblante, parece que hasta tembló y consideró mi actitud un tremenda audacia.
Compararlo con Guimarães Rosa no tenía sentido, no existían paralelos, Guimarães el gran escritor y Nelson Vianna un gran sin nada. No, no era posible, era un absurdo, no me daría entrevista alguna.
Insistí, le mostré que la diferencia de estilos no menguaba la belleza ni la precisión descriptiva de la relación humana y humanística del tema y que aunque existan divergencias eran uno solo.
De nada sirvió, fue irreductible, dijo que lo iría a pensar, podría ser o no, más para el no que para el sí.
El encuentro en la casa de Osmani Barbosa con Nelson Vianna fue el último, como también estaba siendo el primero. Se mudó en seguida para Belo Horizonte. Cuando lo vi de nuevo, fue andando allá por la calle montesclarense Tupis-Rio de Janeiro en Belo Horizonte, mas aparentemente distraído y señor o no de la vida, nunca me reconoció.