El dia que Chiquito desapareció

Wanderlino Arruda

El dia que Panchito desapareció, yo no estaba en Brasilia. Había viajado semanas antes y no ví a Panchito en la llegada, tampoco en la salida, en una permanencia de mucho tiempo. Hospedado en el St. Paul Hotel, ninguna vez fui ala 703 Sur, no sé si fue por comodidad o ingratitud, aunque allá estuvieran muchos de mis compañeros, amigos y también Panchito. Fue una lástima. Ahora que Panchito desapareció es que yo veo la pérdida, el dolor de una ausencia deliberada o no. Cerca de allá, pasé apenas dos veces: una por la noche, yendo a la casa de Nelson Pereira de Souza, presidente brasileño de Esperanto, y otra, en una mañana de Domingo, en un paseo circular por la ciudad para visitar Walkíria y Nabirán. Pero a la casa de Concessa y de Panchito, yo no fui.
Supe de la desparición de Panchito por el compañero Geraldo Eustáquio, que alla se quedó hospedado durante un mes por sugerencia mia. El me dijo del llanto de Concessa, de la angustia de los huéspedes, de la tristeza de Neide de la sensación de pérdida de todos, a hora del café, a la hora de cenar , y, principalmente, a la hora de la televisión, cuando era más firme el recuerdo de Panchito acostado en la almohada de fina seda, entusiasmado con los programas de la Globo de la viuda Porcina. Eustáquio me dijo todavía que la Concessa se puso intolerable, nerviosa, llena de quejidos lejos de la gentileza normal de la que es la mayor portadora del mundo. Se acabó hasta la alegría de la casa y hubo hasta reclamación.
También triste,aunque lejos del epicentro de la tragédia, no agüento quedarme sólo con la notícia, y telefoneo incontinenti para Recife y hablo del acontecimiento con mi gran amigo Tiago Marcos, todavía más amigo de Concessa que mio, pues casi conterráneo, ella de Rio Grande del Norte, él de Jaboatão, en Pernambuco. Tiago me dijo ni podría creer, debe haber un engaño o Panchito debe estar esperándo la hora de regresar.
Le hablo del desespero de la Concessa, de que fui informado, y él me promete que luego estaremos en Brasilia para ayudar a la amiga. Si yo quisiera puedo hasta esperarlo en el aeropuerto, el Domingo día 4 de enero, al final de la tarde. Estamos a llegar juntos a la 703, Bloco "J", como ya hicimos otras veces en que trabajamos en tareas de entrenamiento de compañeros del Banco do Brasil. Tiago siempre fue uno de los mayores admiradores de Panchito, y con él sabía hasta conversar.
Cuando telefoneo para Concessa para confirmar la reservación del apartamento en que voy a quedarme, y darle el pésame por la ausencia de Panchito, ella me dijo que Tiago había llamado para ella y le había dado los dos recados. La presencia telefónica de sus dos amigos, parece aminorar un poco su sufrimiento y solamente Dios sabe cuan es importante la solidaridad. Narró todos los acontecimientos, diciendo que, el dia de la desaparición de Panchito, ella y mucha gente buscaron por toda parte, nada menos de nueve cuadras, de la novecientos tres hasta la quinientos cinco. Pero más haría si no fuera tan corto el dia para tan largo amor.
No veo la hora de telefonear para dar notícia a Jorge, a Kalunga y al Moacir, en Rio Grande del Sur, a Ivone, a Mitsu, al Hiroshi, en São Paulo, a Geraldo, en Teófilo Otoni, y quien sabe, a alguien más en este gran Brasil que de Panchito siempre gustara.

Me olvidé decir, mi señora, que Panchito es el gato mas querido de Concessa.