El placeroso arte de escribir

Mi amigo Anderson, el de la tienda de carros, me dijo que le robó un poco a su tiempo de lectura sobre automóviles, para leer mi libro de crónicas “Diario de domingo”. Me afirmó que le está gustando y me sorprendió cuando – sin ser un crítico literario – hizo, lo que yo considero, como autor, una juiciosa observación: que mis crónicas tienen determinado hilo narrativo que les hace tener un comienzo, un medio y un final, o sea, una historia completa; diferentes de las crónicas consideradas normales, ya que a los cronistas les gusta divagar, pasear por diversos asuntos, un rebuscamiento en la expresión y el lenguaje sólo para simplesmente Ilenar espacios. Aún, sin haber terminado la lectura del libro, de estar siendo leído y lo que es mejor todavía, el estar siendo comprendido en mis intenciones, tanto en las secretas o en las notorias: todas en la búsqueda de ser didáctico en mi escritura.

Realmente, pienso que cualquier tipo de comunicación debe tener un contenido, obedecer un orden lógico, tener un basamento en una estructura narrativa que lleve tanto al lector como al oyente a un posible mensaje. No considero justo que alguien escriba por escribir, que abuse del precioso tiempo del lector menospreciando su inteligencia. Nadie tiene derecho a inflar discursos con retorica hueca, vacía, sin un recado para dar. Quien lee o escunha, merece respeto y cariño. Las ideas: brilhantes o no, deben tener o mayor de cada uno de nosotros: pobres mortales y de paso por la vida. La nada, no es ni nunca fue comunicación. Comunicar es transmitir significados y emitir emociones y por conseguiente influenciar en las mentes receptoras, es marcar referencia, comunicar es establecer o realimentar contactos.

¿Sería petulante la pretensión de la búsqueda de la perpetuidad de quien procura por medio de la crónica: diario o semanal, la marcación de la cadencia del tiempo? ¿No constituye una vanidad el querer ser testigo de la vida, de los pensamientos propios y ajenos, de la búsqueda de aquel momento fugaz, que corrientemente pasaría inadvertido por la visión común de quien no se preocupa con el arte?

¿ De qué vale el día a día, las humanas acciones de cada uno y de todos?

¿Puede un escrito, sea literario o no, modificar nuestra existencia, plasmar de alguna forma nuestro comportamiento?

Muchas son las perguntas, pero las respuestas van a depender de nuestra naturaleza, de nuestra vivencia, de nuestra propia cultura. Al final, todo es relativo.

De una cosa, lector, yo tengo seguridad y saco todas las dudas, dejando de lado el falso orgullo o la falsa humildad. Es bueno escribir, es bueno ser leído, es bueno ser acompañado en nuestro pensamientos. Es óptimo tener la sensación de haber bicho lo que a otras personas le hubiera gustado decir, comulgar las ideas y a veces hasta lavar el alma.

Reginauro Silva dijo algo así, después de pasar tanto tiempo fuera de el periódico. Lamentó la falta de contacto con su público y llegó a exagerar la gratitud sicológia que recibió por su regreso.

Parece que fue todo muy bueno. Com que sed regresa a la fuente para conversar con sus amigos. Como Reivaldo Canela derrama sentimientos cuando habla de su posión por lo bello, sea la naturaleza o el ser humano y Georgino Junior, cómo es notable cuando no está amargado y Benedito Said, tan creativo e irreverente, ¿qué usted dice de él?

¿No es todo tan placeroso?