¿Usted tiene tiempo?

Wanderlino Arruda

Conozco un montón de gente que dice que nunca tiene tiempo para hacer las cosas más necesarias. Siempre andan demasiado ocupadas, no saben con qué. Ningún momento disponible para escribir ni un recado, para una palabra de amistad a un pariente o a una persona amiga. Ni un minuto para telefonear felicitando a alguien o por lo menos para decir alguma palabra amable a quien se sentiría muy alegre con esa actitud. Ningún segundo para una lectura provechosa, para incrementar algo útil al conocimiento, para un rayito de cultura y actualización de lo que anda sucediendo en el mundo.

Conozco un montón de gente que sólo tiene ajos para lo que nada de bueno le aporta a la propia vida. Las conozco y siento pena de todas ellas, pobres infelices.

Es que no esxite nada el mundo más importante que el tiempo, la correcta administración del tiempo, ese ente en comprensible que sólo es extenso cuando la criatura vivie o se encuentra sumergida en el sufrimiento y el dolor. El tiempo pasa lento sólo en las horas que debería correr más aprisa, como cuando estamos agustiados en la espera de que él muy rápido se acabe, sea en el lecho de la enfermedad, sea en una fila que nunca anda.

Es difícil disponer de tiempo para todas las obligaciones, hasta en aquellos bien distribuidos en la agenda mental o hasta en la de papel, principalmente aquel tiempo que acostumbramos decir que vale oro, patrimonio sagrado que nadie tiene derecho a malgastar sin graves perjuicios.

“Existen cuatro cosas que no vuelven atrás: una piedra después de suelta por una mano, la palabra después de ser proferida, la ocasión después de perdida y el tiempo después de pasado”.

No me pregunten quien dijo eso, que fue un tal de H. Riminaldo, que no sé quien es. Pero, de que él tiene razón, la tiene, incluso por algo más: “La mayor parte de nuestro tiempo pasa pasando el tiempo”.

Trescientos sesenta y cinco días del año pueden ser comparados a trescientos sesenta y cinco áreas de sembrado, cuotas igualmente distribuidas para cada uno en particular y para todos en conjunto, cada quien con cierta libertad de cultivarlas, dependiendo del modo de pensar y actuar.

“Todo tiene su tiempo determiando, y hay tiempo para todo propósito bajo el cielo”, dijo Eclesiastés al inicio de su capitulo tres. “Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de sembrar y tiempo de recoger lo que se plantó; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; tiempo de Ilorar y tiempo de reír; tiempo de Ilorar desconsoladamente y tiempo de saltar de alegría; tiempo de repartir piedras y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar y tiempo de estar harto de abrazar; tiempo de buscar y tiempo de coser; tiempo de estar callado y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de enfadarse; tiempo de guerra, tiempo de paz”.

Así, hay tiempo para todo, para la sublimación del santo, para la belleza del acto heroico, para la grandeza del sabio, para la angustia del penitente, para la provocación, para la alegría de la simplicidad y hasta para la cueldad del malhechor de cualquier grado.

Es el tiempo un caudal de angustias y de tribulaciones para quien no sepa vivirlo, o simplemente un limbo de inexistencias para quien lo deje pasar sin tener idea de qué hacer.

El tiempo es un mar de olas que nunca regresan, en una Iluvia que pasa sin obstáculos, un reloj de cuerda infinita.

Y como usted tuvo tiempo de terminar...! Perdóneme si le robé mucho tiempo de su tiempo!